Lo que empezó como un hobby, hace apenas ocho años, se ha convertido no ya en el segundo trabajo sino en la auténtica pasión de Dale Gibson, que a sus 58 años ha descubierto una misteriosa conexión entre los oficios de 'beekeeper' y 'stockbroker'..."Las
abejas son unas excelentes indicadoras ambientales: intuyen cuando hay
una amenaza o un riesgo. También son unas auténticas maestras de
economía colaborativa: actúan como un auténtico 'supraorganismo'.
Calibran muy bien hasta dónde pueden llegar, no más allá de cuatro
kilómetros, para conseguir un buen néctar y obtener un buen retorno".
"La función de un 'stockbroker' tiene algo en común",
advierte Gibson. "Se trata de un trabajo de alto conocimiento y alta
frecuencia: cada diez minutos tienes que tener una idea nueva que pueda
ser interesante para un inversor".
Llegados a este punto, Dale
Gibson rompe una lanza por la ética del 'stokeborker', que debería ser
la misma que la ética del apicultor: "Del mismo modo que no puedes
"jugar" alegremente con el dinero ajeno, no puedes venir a jugar a las
colmenas. Hay que ser tremendamente respetuoso con las abejas y con su entorno.
Tienes que hacer lo posible por lograr una colmena feliz, interfiriendo
lo mínimo y procurando sobre todo que a las abejas no le falte alimento
en su entorno. Aquí tenemos la suerte de contar con islas de vegetación
en los tejados, y en el parque cercano plantamos árboles frutales y
plantas aromáticas. Conviene tener en cuenta un principio muy simple:
una abeja con hambre es una abeja cabreada".
A la caída de la
tarde, mientras extrae cuidadosamente las alzas de sus colmenas para
introducir el sirope medicinal, Gibson nos invita a meternos en la piel
de las melíferas: "Es lógico que estén alteradas porque lo que hacemos es irrumpir sin permiso en su hábitat.
Donde antes tenían oscuridad ahora tienen un fogonazo de luz. La
temperatura de 33 grados cae en picado, y encima les movemos los
'muebles'". Yo me pregunto cómo reaccionaríamos los humanos si alguien
entrara así en nuestra propia casa".
Dale Gibson ve la apicultura casi como una "danza" entre el hombre y la abeja...
"Es un trabajo físico y duro, que requiere a además una capacidad de
observación y grandes dosis de paciencia. Yo lo comparo un poco con la
ganadería: el principal objetivo es que los animales estén bien
alimentados, y partir de ahí puede empezar el mutuo entedimiento".
El apicultor de la 'City' no lleva la cuenta personal de los picotazos, tampoco son tantos.
Su mujer, Sarah, es alérgica a las picaduras de las abejas; se diría
casi que ellas lo saben y prefieren no adentrarse en casa, aunque las
puertas y las ventanas estén abiertas. Las colmenas están emplazadas a
los dos lados del tejado de dos aguas, en la planta superior y sobre la
calle Bermondsey, cita obligada del Londres gastronómico.
Allí echó raíces el chef extremeño José Pizarro, que utilizó la dulce producción local para su receta del cordero al horno con miel. "José es un gran fan, y también el "chef" Tom Kerridge. Hacemos lo que yo digo una "miel honesta".
Los mismos principios de lentitud y trato gentil de las abejas lo
aplicamos al proceso de extracción y fliltrado. En el Soho House
ayudamos a crear su propio apiario, y vendemos miel artesanal no sólo de
la ciudad (Metro) sino de las colmenas que tenemos también en el campo
(Union)".
Tras ocho años pluriempleado con sus abejas, Dale Gibson
ha acumulado la suficiente sabiduría como para animar o disuadir a
quien esté pensando en dedicarse a la apicultura urbana, sin necesidad
de ejercer de siete a cuatro como 'stokbroker'... "Lo fundamental es asegurar que las abejas tengan que comer,
igual que nos preocupamos para que no le falte pasto al ganado. No
basta dedicarse a las abejas por entretenimiento, como si fuera un hobby
cualquiera. La miel no cae del cielo, ni sale automáticamente el
grifo".